Existencialismo de panadería

No sé por donde entró, no imagino por cual vericueto se filtró el desgraciado, pero lo cierto es que me descuidé y me cagó la vida.

Cuando digo esto, lo hago con la más estricta literalidad, es que desde que me apercibí de la noticia, mi existencia no es lo mismo.

Usted pensará- Pero… ¿este tipo está enfermo?, ¿se siente mal?, ¿lo amenazaron?… ¿no?... Entonces: ...¿Es boludo o se hace? –.

A lo que yo le respondo – El nabo es usted, está metido en flor de quilombo y todavía no se enteró, señor-.

El asunto es que uno descubre estas cosas mucho después de que se le muera la mascota, incluso es posterior a la ocasión en que se salvó cagando del accidente, y créame, no tiene nada que ver con lo que sintió cuando vio por Crónica TV la masacre de su vecina jubilada.

Esta novedad no se hace efectiva a través de un hecho conmovedor y cercano, no es una reveladora toma de conciencia por acción de un acontecimiento específico. Es peor. Es la íntima convicción de que ya no hay nada por hacer.

El fenómeno es paulatino, silencioso, escurridizo y traicionero, valiéndose de la perversa paciencia de los depredadores, desarrolla su estrategia implacable: lo deja madurar hasta los treinta y pico o cuarenta años, le permite ser relativamente feliz y le va mechando algunas desgracias para que usted no desconfíe.

Un buen día, mientras uno distrae su vida en la rutina de siempre, ataca. Lo hace de la manera más pelotuda, sin estridencias ni publicidad, de un momento a otro usted descubre que se va a morir: a la mañana es Gilgamesh y a la tarde tiene la expectativa de vida de una ciruela.

El chiste aparece tempranito, como una intuición aparece. Al rato muta a la categoría de conjetura o sospecha, a última hora ya va perfilando para certeza sólida, como de hormigón.

Una vez adentro, el ladino sentimiento se instala en un lugar de difícil acceso, donde se torna imposible extirparlo por medios convencionales: se acovacha en el alma, o como sea que se llame esa parte de uno que no es el cuerpo.

Apelé a variados recursos y atendí los más excéntricos consejos, de todo hice: En mi acometida metafísica comencé por una minuciosa lectura de los existencialistas, consumí cannabis de tres variedades, recurrí a curanderos y terapeutas. Hasta llegué a tentarme con algunas de esas nuevas religiones orientales en las que no hace falta rezar, ofrecer donaciones, ni hacer mayores sacrificios. Pero nada, lo único que obtuve fue aburrimiento en algunos casos y diarrea en otros.

Deduje entonces, que el problema no era filosófico sino de carácter físico. Desarrollé, en consecuencia, una serie de razonamientos que no arrojaron mejores saldos: de acuerdo a la tercera ley de Newton podríamos contrarrestar la infinita tristeza que nos produce la finitud, con una felicidad de iguales proporciones y dirección inversa. Tal inferencia quedó invalidada cuando advertí que si uno es medianamente inteligente ya no tiene posibilidades de ser feliz, si por el contrario, la víctima es un rotundo idiota, es perfectamente probable que jamás se entere del asunto.

Abrumado por el fracaso, entendí que los esfuerzos estaban mal direccionados, la jodida sensación, como una especie de dengue intelectual me había invadido, sin embargo, aunque no había manera de evitarse podía prevenirlo, según afirmara recientemente la ministra de salud de la Nación, o en este caso, distraerlo.

La solución, estimado amigo, me la dio Bilardo por radio Mitre: se reduce a moverse permanentemente, ocuparle los lugares, asfixiar al villano, no dejarle margen de acción, coparle la cancha, taparle los huecos, inmovilizarlo, apabullarlo en definitiva.

Así es, en lugar de buscar una felicidad olímpica, usted deberá valerse de alegrías menos ortodoxas pero rotundamente efectivas. Un codazo en la napia al deprimido, un alfiler en las nalga del soberbio, una buena puteada a los quejosos, escupa, patelee e insulte. Si puede: charle, viaje, lea, coma y tenga sexo, ...y en la medida de sus posibilidades, todo a la vez.

En resumen, mueva el culo, haga cosas, que al fin y al cabo, un optimista no es más que un tipo al que simplemente le falta información.

El videoclub

Cuando me tocó a mí, luego de pensar un rato, tomé la Bic azul y escribí- Dante Caputo-, luego pasé el papel.
El procedimiento era sencillo: la servilleta escrita con lapicera negra correspondía a la lista “Uno” y se anotaban las personas o cosas que nos caían bien, por otro lado, el ticket escrito con tinta azul oficiaba de lista “Dos” registrando las cosas que nos fastidiaban. Ambas circulaban por la mesa en sentido opuesto, de manera que Marcos iniciaba el asunto con las dos primeras anotaciones, una en cada papel , y en él también se cerraba la ronda.
En “El Barco Pub”, los jueves entre las once y media o doce de la noche, se autoconvocaba el centro de estudiantes de la técnica. Comenzaban a llegar de a uno o de a dos, según vinieran de su casa o del internado de la escuela. La reunión se caracterizaba por la variedad: había melómanos, simplones, amarretes y humanistas, todos mezclados en la formidable batidora de una escuela pública, técnica y con orientación agrícola.
El casual entretenimiento de las listas surgió gracias a que ganaban popularidad los innovadores métodos del Coti Nosiglia y amigos (toda una revelación para quienes apenas militaban una estudiantina de cabotaje) , además la inexplicable falta de naipes hacía necesario improvisar alguna actividad hasta las doce y media, hora en que podíamos disponer de la videocasetera del bar: Por allí pasaron The Wall, Apocalipsis Now y Expertos en Pinchazos – Con Olmedo y Porcel-
Cuando trajeron la caja que contenía el video de " Top Secret" , Marcos leyó algunos de los ítems escritos en las listas: En la ..."uno", dijo aclarando la voz, Oscar Alende, Benny Hill, Raul Porchetto, Flipper -el delfín- y Dante Caputo, casi sin respirar y como si fuera un equipo de fútbol, agregó: en la "Dos" tenemos a Neustandt, Footlose, Pasarella y Manzano... Achinó los ojos para seguir leyendo, pero con un ademán de hastío hizo un bollo con los papeles, erró al cenicero y apuró ¿Para cuando la peli…?
Antes que comenzaran los títulos, “El Lince” apuntó: yo para socios,... prefiero los de la "Dos"... Luego cruzó las piernas debajo de la mesa y estiró una mano hacia los maníes.
El año pasado nos reunimos para festejar el aniversario de la promoción, los que nos habíamos ido de la ciudad nos apurábamos para conocer detalles de los demás. Más viejos, más gordos e igualmente ruidosos, fuimos haciendo grupitos según afinidades o tiempo sin vernos.
A la hora de las fotos alguien preguntó: ¿“El Lince” no vino...?-
Se rajó hace como cinco años, al final lo cagaron nomás… , dijo Marcos en voz baja.
Sonreí pelotudo,…agregó, luego me empujó para que entre en el cuadro.

Inicio

Estás en un punto en donde ya sabés cuáles cosas no hiciste y porqué razón,... ahora también tenés en claro que ya no las vas a hacer nunca. Además, reconocés claramente aquellas que hacías con la perseverancia de un chino y que sin embargo se fueron haciendo esporádicas por falta de tiempo, de ganas… o de compañeros.
La bolsa se sigue llenando de cosas por hacer, y en tu carrera contra el tiempo no acertás con cual arrancar. No te estoy hablando de emprendimientos magníficos: sueños utópicos, viajes transcontinentales, o proezas deportivas… cosas ordinarias, te digo. Por supuesto, quedan excluidos excesos como vacaciones en Camboriú con amigos atorrantes, estudios de postgrado en Londres, y un mes de turismo sexual por Tokio.
Te decidís a hacer algo, pero a los cuarenta se acabaron tus días de sacar la lengua como Gene Simmons , desde hace rato cuando entrecerrás los ojos, en lugar de Kim Bassinger aparece la isla del wallpaper de Windows, y entre otras cosas, extrañás horriblemente desayunar pizza fría, en patas y con Tom Waits esmerilando las paredes con su vozarrón.
De un día para el otro, te avisan por el megáfono que quedaste afuera del show,... que son muchas las cosas que no entendés y además no te interesan, que todo va más rápido que antes. Tenés a tu disposición un repertorio de anécdotas como para aburrir sistemáticamente a tu mujer y parientes cercanos, tu hija de seis años te dice que no entendés nada papá, y de paso, descubrís que a medida que te alejás de Iggy Pop, empezás a parecerte sospechosamente a tu viejo.
Entonces, con el resto de rebeldía amateur que escondés junto al ejemplar Nº 12 de la Sex Humor, esperás que tu pareja desocupe la notebook , le despegás por décima vez el sticker de "Patito Feo", y te persignás como entrando a la cancha:
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